Que brille tu luz para todos.

Isaías 60:1-3: "¡Levántate, Jerusalén! Que brille tu luz para que todos la vean. Pues la gloria del Señor se levanta para resplandecer sobre ti.

Una oscuridad negra como la noche cubre a todas las naciones de la tierra, pero la gloria del Señor se levanta y aparece sobre ti.

Todas las naciones vendrán a tu luz; reyes poderosos vendrán para ver tu resplandor."

Recorriendo el camino de la vida, llegan a nosotros temporadas muchas veces tenebrosas, llenas de duda, de desaliento y de desilusión. En estas circunstancias, son muy pocos los que ven el porvenir con la luz de la fe en sus corazones, muchos tropiezan en la oscuridad y hasta se pierden.

El llamado del Señor es: ¡levántate! Él está contigo y no hay nada que temer. Él es la luz que resplandece sobre tu vida, permite que otros vean esa hermosura. Cuando creamos que estamos en densa oscuridad y estamos derrotados, que ya no hay salida y que todo está perdido, te digo que el cristiano siempre tendrá viva la llama del amor de Dios en su corazón; lastimosamente muchas veces nuestra llama se vuelve tan tenue que pareciese que no alumbrará, sin embargo, es el mismo Señor quien la vuelve a avivar.

Hoy es un día donde lo más seguro es que amaneciste apesadumbrado, desanimado, agobiado, sin fuerzas o sin ganas de seguir adelante, por favor te pido que no te dejes llevar por esos sentimientos. Pon tu mirada únicamente en el Señor quien te dice: ¡Levántate!

Mira a tu alrededor lo que Jesucristo ha hecho por ti, muy pronto verás la gloria de Dios ayudante a salir adelante.

¡Estás vivo! Tienes alimento, vestido, un techo donde refugiarte y una familia que te ama.

Así que ¡levántate y resplandece!

Y así es nuestra jornada eterna. Damos un paso a la vez. Al hacerlo, avanzamos hacia lo desconocido, pero te recuerdo que la fe nos ilumina el camino. Si cultivamos esa fe, nunca andaremos en las tinieblas.

Te invito a entregar tu vida al Señor Jesús con esta breve oración: "Deseo llenarme de ti para encontrar la luz que ilumine mi camino. Ven a mi vida y sé mi Señor y Salvador personal. Perdona mis pecados y dame el gozo de la salvación de tal manera que siempre pueda irradiarlo por donde quiera que vaya. Gracias Jesús por hacerlo. En tu nombre, amén."